La actriz Renée Zellweger ha reaparecido esta semana en una gala celebrada en Los ngeles (EE.UU.) con un rostro muy transformado debido a las últimas intervenciones de cirugía estética a las que se ha sometido, convirtiéndose en noticia (más que cuando estrena película) y en objeto de burla en Twitter.
Zellweger, sin embargo, responde al revuelo en un comunicado publicado en la revista People: «¡Me gusta que la gente piense que estoy diferente! Estoy viviendo una vida feliz, más plena, y me encanta que se note«, dice la protagonista de las dos versiones cinematográficas de «El diario de Bridget Jones«.
La misma sociedad que hoy la critica (las redes sociales han hervido con comentarios jocosos, a veces insultantes) es la que ejerce, según la doctora Gema Pérez Sevilla, responsable de la Unidad de Medicina y Cirugía Estética Facial del Instituto Médico Láser (IML), «una presión» insostenible para personas que, «de base», afrontan «problemas de autoestima e inseguridad«, explica.
Las revistas de moda, «donde se difunde una imagen ideal de las personas«, relacionan belleza y éxito y forman parte, en opinión de Pérez Sevilla, de un problema mayor, «social y cultural«, que ensalza el envoltorio por encima del contenido.
«Esa obsesión por cambiar constantemente el propio físico suele manifestarse en personas que se exponen demasiado al público y perciben que su imagen es vital para mantener su trabajo«, considera Gema Pérez Sevilla, como actrices o cantantes famosos.
Los estándares de belleza, cada vez más inamovibles y globalizados, parecen revelarse contra el natural paso del tiempo, ese enemigo número uno del «star system» hollywoodense, que ha motivado el paso por el quirófano de actrices con innata belleza como Meg Ryan, Nicole Kidman, Melanie Griffith o Cameron Díaz.
Renée Zellweger, cuyo rostro ha adquirido nuevas facciones, «es otra persona» después de someterse al bisturí, «y ese nunca es el objetivo de la cirugía estética«, explica por su parte Miguel Chamosa, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (Secpre), en una entrevista con Efe.
La actriz, oscarizada por «Cold Mountain«, se suma a una larga lista de famosos que «se han excedido» con este tipo de medicina, como Jocelyn Wildenstein, Bruce Jenner, Michey Rourke, Joan Van Ark, Donatella Versace, Priscilla Presley o Amanda Lepore.
No se trata de condenar toda la cirugía, «solo sus abusos«, considera Pérez Sevilla. «La ética profesional de cada cirujano», coinciden los dos expertos, es la que debe actuar a la hora de rechazar a ciertos pacientes «que no son candidatos», es decir, que exigen intervenciones que pueden suponer riesgos de algún tipo.
La toxina botulínica, por ejemplo, comienza a aplicarse en rostros cada vez más jóvenes –Miley Cyrus, Elsa Pataky, Lindsay Lohan o Lana del Rey supuestamente la han utilizado-, que aún no requieren de estos métodos para ralentizar el inevitable envejecimiento de la piel.
Sin embargo, entre operarse bien y operarse mal hay un trecho, y ya de empeñarse en la «chapa y pintura» médica, «uno tiene que acudir a un buen médico«, porque el resultado puede variar mucho: ahí están los ejemplos de retoques hechos con gusto, como los que se han realizado Sandra Bullock, Sharon Stone o Demi Moore.
En el lado opuesto, también sobran los casos en los que la cirugía estética ha provocado «verdaderos desastres».
«Camilo Sexto«, considera Pérez Sevilla, «es un ejemplo de lo que no se debe hacer«. El doctor Miguel Chamosa se queda con el caso de Michael Jackson, quien siempre negó haberse aplicado cirugía.
Los cambios de raza mediante cirugía estética son «extremadamente complicados«, porque, según el doctor Chamosa, no se puede modificar la configuración del cráneo, que posee diferente morfología según los grupos humanos, así que «los resultados son extraños» y generan más sensación de rechazo que de acierto.
El pavor por perder la naturalidad en el rostro ha convertido a Kate Winslet, Tina Fey, Sigourney Weaver, Meryl Streep, Emma Thompson, Julianne Moore o Jodie Foster en públicas detractoras de esta variedad médica. También las hay arrepentidas, como la guapa Nicole Kidman, quien confesó haber abusado de la toxina botulínica.
En todo caso, los médicos han de valorar si el beneficio de aplicarse algún tipo de cirugía estética es mayor que el perjuicio.
«Corregir las orejas de soplillo en un menor de edad«, expone Chamosa, conlleva pocos riesgos, ya que requiere de una anestesia local.
«El resultado es positivo, porque el niño consigue vencer esa inseguridad que le puede acarrear rechazo o insultos en el colegio mediante una intervención insignificante«.
Minimizar el impacto estético que suponen «las bolsas que se originan alrededor de los ojos», piensa por su parte la doctora Pérez Sevilla, también entra dentro de lo razonable.
EFE