Padre de «Lost» y «Fringe«, heredero de «Star Trek» y el elegido para poner de nuevo en órbita la saga «Star Wars«, J.J. Abrams es el hombre del momento en un Hollywood que está enganchado a su talento para la ciencia ficción y por donde camina de la mano de su mentor, Steven Spielberg.
Judío, de 46 años, casado con una irlandesa católica con la que tiene tres hijos, Jeffrey Jacob, se hizo un nombre en la industria del entretenimiento con sus series de argumentos retorcidos para luego emprender su imparable ascenso a la gran pantalla con la vista puesta en las estrellas.
A excepción de la romántica «Felicity«, entre 1998 y 2013, Abrams encadenó «suspensos» televisivos, que cautivaron a la audiencia, tales como «Alias«, «Person of Interest» o «Revolution«.
Una colección de títulos para adictos al suspenso que le valió el premio honorífico Norman Lear que concede el sindicato de productores de EEUU (PGA).
«Ha producido algunos de los más icónicos programas de la última década, series que han cambiado el panorama de la televisión«, comentó el presidente de estos premios, Michael DeLuca.
Este mes la cadena NBC dio luz verde al capítulo piloto de «Believe«, una serie sobre una chica con poderes que cuenta con guión de Alfonso Cuarón, mientras que Fox hizo lo mismo con otro de sus «suspensos» sobre un policía y su compañero robot que patrullan por un futurista Los Ángeles.
No obstante, la noticia que disparó la fama de J.J. Abrams fue el encargo de dirigir la próxima entrega de «Star Wars», el episodio séptimo, el primero que verá la luz desde que Disney comprara a George Lucas su compañía Lucasfilm.
J.J. Abrams, fue en un principio reacio a embarcarse en ese viaje hasta la galaxia «muy muy lejana».
«Decliné mi participación enseguida. Prefería estar entre el público no sabiendo qué iba a ocurrir en vez de envuelto en el proceso de su realización«, comentó Abrams en diciembre a la revista «Empire«.
No ha trascendido qué pasó para que cambiara de parecer, sólo que la presidenta de Lucasfilm, Kathleen Kennedy, se empeñó en convencerle.
«J.J. es el director perfecto para encabezar esto«, declaró Kennedy, socia de Spielberg con quien ha colaborado desde su primera película y la elegida por Lucas, para continuar con su negocio.
Kennedy y Abrams eran viejos conocidos ya. Su relación se remonta a principio de la década de 1980 cuando ella era asistente de Spielberg y le llamó para encargarle que reparara dos películas que hizo el cineasta, «Escape to Nowhere» (1961) y «Firelight» (1964).
J.J. Abrams era un quinceañero por aquel entonces y pensó que era una broma, según dijo a la revista «Time» en 2011, pero acepto el encargo. Spielberg se había fijado en él después de aparecer en el diario «Los Angeles Times» por su éxito en un festival de cine en formato Super-8.
Desde entonces la sombra de Spielberg sobrevuela la carrera de J.J. Abrams, para quien ha pasado de ser, su «ídolo», su «mentor» y «confidente», según dijo a la publicación Jewish Journal en 2009.
Abrams reconoce que consulta sus proyectos a Spielberg, cuya colaboración tuvo como exponente la película «Super 8«, escrito y dirigido por J.J. Abrams bajo la supervisión y producción de Spielberg.
«Super 8» recordó a las historias del Spielberg más joven, el de «E.T.: The Extra-Terrestrial» y «The Goonies«, y supuso la película más personal de Abrams, quien antes había firmado el guión de «Armageddon» (1998), se había encargado de la secuela «Mission: Impossible III» (2006) y había reflotado la saga «Star Trek«.
Abrams ha terminado ya de rodar «Star Trek Into Darkness» que saldrá en 2013 y está comprometido a ser el productor en la tercera entrega.
Esa película ha quedado relegado ante la aparición de «Star Wars». Abrams se pone a los mandos de una obra de George Lucas, igual que lo hiciera Spielberg con la saga de Indiana Jones.
EFE