Después de dinamitar la taquilla argentina, los disparatados «Relatos Salvajes» de Damián Szifrón han entusiasmado al público en San Sebastián, que no dejó de aplaudir y reír la proyección de estas seis historias extremas protagonizadas, entre otros, por Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia.
«La gente se siente identificada con el placer de perder el control y el deseo de responder, por una vez, a las agresiones externas, en lugar de reprimirse ante el malestar que les genera«, indicó a Efe Szifrón, director y guionista, recién aterrizado en el Festival de Cine de San Sebastián.
Un ingeniero (Ricardo Darín) que ve cómo la grúa municipal se lleva una y otra vez su automóvil; una novia (Erica Rivas) que descubre una infidelidad de su pareja el día de su boda, o un pijo conductor de un Audi (Leonardo Sbaraglia) que ve cómo le adelanta un coche inferior en medio de la autopista, son algunas de las delicadas situaciones que plantea la película, producida por los hermanos Almodóvar.
«Todos encontramos algún paralelismo entre algún relato y cosas que nos han pasado a nosotros o a alguien cercano. Y esa proximidad la convierte en patrimonio del espectador«, aseguró a Efe Darín, antes de confesar que él mismo ha estado en un par de ocasiones a punto de perder el raciocinio por culpa de un parquímetro.
En concreto recordó una ocasión en que la grúa se iba a llevar su coche justo en el momento en que se cumplían las tres horas por las que había pagado. «Me volví loco», admite. «Recuerdo la cara de los empleados de la grúa que me miraban con estupor, no sé si por ser una cara conocida o por el nivel de locura que se me veía».
Sobre su personaje, indica que hubo una frase que le resultó «clave» para empatizar con él, y es cuando le pregunta a un funcionario dónde queda la oficina donde se piden disculpas cuando se equivocan.
«Aunque es una pregunta naif, yo soy de esa clase de estúpidos que creen que eso debería existir. Todas las instituciones y empresas que diseñan normas y leyes polémicas deberían tener una oficina dedicada a escuchar a aquellos que solicitan atención, se evitarían muchos problemas«, dice convencido.
La historia de Sbaraglia también tiene que ver con los coches, pero en su caso la tensión se masca al volante en plena autopista.
«En Argentina se conduce muy mal, somos muy violentos, y es como si los coches fueran un escudo de impunidad, hay cierto salvajismo, como ocurre también en los estadios de fútbol, con esa sensación de impunidad que da la multitud«, explica el actor.
Szifrón y él coinciden en que además del humor, las imágenes espectaculares y el ritmo que hacen avanzar la película «como un tren de alta velocidad«, hay también en el filme una lectura crítica hacia «las injusticias» del mundo en que vivimos.
«La película es perturbadora porque nos pone frente al espejo de un estadío en el que estamos como sociedad bastante básico y bestial«, dice Sbaraglia. «Y eso tiene que ver con que hay un pequeño sector que se mueve por el mundo de manera libre, pero el 95 % restante está preso de algo».
«No se trata de incitar a la violencia«, añade Szifrón, que más bien invita a reflexionar sobre nuestro modelo de sociedad: «Somos tomados como consumidores y para favorecer a un sector mínimo y reducido, los demás tenemos que estar incómodos, contribuyendo».
Desde el punto de vista del guion, el director de «Tiempo de valientes» explica que los relatos le fueron surgiendo de forma independiente.
«Con el tiempo descubrí que estaban conectados y pertenecían al mismo proyecto. En realidad esta fue una película involuntaria, surgió en ratos libres mientras estaba con otros proyectos«, asegura.
Szifrón sólo tiene palabras de elogio para los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar, productores de la cinta junto con el argentino Hugo Sigman.
«Fueron increíblemente generosos y bondadosos. Es muy difícil para un director producir a otro, darle la libertad y las condiciones para expresarse de la mejor manera posible«, afirmó.
«Relatos Salvajes» lleva más de un mes y medio en lo más alto de la taquilla argentina y ha sido vista por 2.5 millones de espectadores. Antes de San Sebastián, ha pasado con éxito por los festivales de Cannes, Toronto y Telluride.
EFE