En los últimos cuatro años ha prestado su voz a un personaje animado y ha interpretado a Maléfica, pero en lo que se ha centrado Angelina Jolie es en su carrera como directora, con su segunda película, «Unbroken«, que llega a los cines y la siguiente, «By the sea«, ya rodada y en fase de postproducción.
Trabajos que ha alternado con su labor humanitaria, mientras piensa en la posibilidad de involucrarse en política en un año en el que además se ha casado con Brad Pitt, con el que tiene seis hijos -tres naturales y tres adoptados-.
Una vida de lo más ajetreada para una de las actrices más admiradas y deseadas, que no tiene ninguna intención de bajar su ritmo de trabajo ni siquiera cuando se mete en producciones tan complicadas como la de «Unbroken» («Invencible»).
En este filme, Jolie cuenta la historia real de Louie Zamperini, el hombre que apuntaba maneras como delincuente juvenil pero que se recicló como atleta olímpico en Berlín 1936 y fue héroe de la Segunda Guerra Mundial.
Durante la contienda pasó 47 días en una barca en medio del océano y fue prisionero de dos campos de concentración japoneses, donde vivió en un régimen de casi esclavitud, una historia recogida por la escritora Laura Hillenbrand y ahora llevada al cine por Jolie.
El libro se publicó en 2010 y se convirtió de inmediato en un superventas, permaneciendo 185 semanas (15 de ellas en el primer puesto) en la lista del New York Times de libros de tapa dura más vendidos, con más de cuatro millones de ejemplares vendidos solo en Estados Unidos.
Una historia que fascinó a Jolie. «Hay mucho dolor en este mundo y creo que necesitamos relatos como la historia de un hombre que encuentra el camino en la más profunda oscuridad para acabar emergiendo en la luz, relatos que nos puedan ayudar, inspirar, mostrarnos algo notable y hacernos ver la vida de forma positiva«, asegura la cineasta en las notas de producción.
Joel y Ethan Coen la ayudaron con el guión y Alexandre Desplat puso la música para una película que contó además con la colaboración de Coldplay.
Rodada en Australia, un equipo de 150 personas se trasladó mar adentro frente a las costas de Queensland para rodar las escenas en las que Zamperini y otros dos compañeros sobrevivieron en una balsa durante 47 días.
Jack OConnell (Louie Zamperini), Domhnall Gleeson (Russell Allen Phillips) y Finn Wittrock (Francis McNamara) interpretan a los tres militares que sobrevivieron al accidente de un avión, aunque el tercero moriría antes de que sus dos compañeros fueran rescatados por la armada japonesa.
Un tercio de la película se desarrolla en el pequeño espacio de la balsa, perdida en la inmensidad del océano y rodeada constantemente por tiburones, escenas muy bien rodadas desde el punto de vista técnico pero a las que les falta el extremo dramatismo que se intuye debió rodear a los tres soldados en muchos de los momentos que pasaron en el mar.
Otra gran parte de la película se desarrolla en los campos de concentración japoneses en los que estuvo internado Zamperini, a las órdenes de Mutsushiro Watanabe, un cruel soldado nipón al que interpreta sin demasiada convicción Takamasa Ishihara.
Al igual que ocurre con las escenas marítimas, las imágenes son nítidas y brillantes, con la necesaria atención a los detalles, a los juegos de claroscuros y a la mejor posición posible de la cámara -destacan unos preciosos planos cenitales de los presos estadounidenses tras la liberación-.
Pero si la película es brillante en el continente, no lo es tanto en el contenido, en el que Jolie se detiene en exceso en los pequeños detalles que demuestran el aguante y el valor del protagonista, pero pierde de vista el conjunto general y la actitud que sin duda tuvieron todos los presos estadounidenses y no solo Zamperini.
Con esta segunda película, la actriz y directora demuestra un gusto por las historias complejas y en las que el ser humano pasa por grandes sufrimientos -su primer largometraje tras las cámaras, «In the Land of Blood and Honey» («En tierra de sangre y miel»), se desarrolla en la guerra de Bosnia-.
Una actitud coherente con su labor como embajadora del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR). En una reciente entrevista con Efe, señaló: «Es algo que veo cuando visito a refugiados, a las familias de las víctimas, los supervivientes de violencia sexual… Hay muchos seres inspiradores en el mundo y hay que recordar el poder de la bondad«.
EFE