Celebridades

La comedia está desamparada, Chespirito ha muerto


En la vecindad se escucha el llanto, pero esta vez no se debe a las travesuras de Quico ni a un regaño de Don Ramón.
Los lamentos se deben a la muerte del comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños, «Chespirito», creador de una infinidad de personajes con los que cambió la forma de hacer comedia en Latinoamérica.

El artífice de los programas «El Chavo del Ocho» y «El Chapulín Colorado» se formó profesionalmente en el área de ingeniería, pero desde muy joven se dedicó a la escritura de mensajes publicitarios y guiones.

Fue mientras trabajaba en una compañía dedicada a la fabricación de vigas y artículos de acero que decidió sortear el aburrimiento de sus labores y «sin querer queriendo», como diría su entrañable Chavo, se topó con un peculiar anuncio en un periódico: «Se solicita aprendiz de productor de radio y televisión y aprendiz de escritor de lo mismo».

Responder a tal publicación «marcó el primer paso que di para cambiar por completo la trayectoria de mi vida», escribió en su autobiografía titulada, igualmente, «Sin querer queriendo».

En el libro, rememoraba que aquel primer empleo en una agencia de publicidad estuvo marcado por el mero azar. Cuando llegó a las instalaciones de la agencia D’Arcy había dos filas de solicitantes: una de unas 50 personas y otra de apenas 6, donde se encontraban los que aspiraban a convertirse en aprendices.

«Mi futuro profesional quedó definido por la diferencia del tiempo que debía permanecer en una fila».

Pero el tiempo fue sólo un factor. El resto fue la genialidad. Cuando le fueron solicitadas pruebas de trabajos previamente publicados sólo mostró un ejemplar de un diario de su vecindario de la capital mexicana con una columna humorística de su autoría titulada «Cuartilla Loca».

Aquel recorte y aceptar un sueldo bajo bastaron para que comenzara su extraordinaria trayectoria. «Creo que fue eso (el humor) lo que decidió yo que fuera elegido por el puesto», contó en su libro. «Fue sólo el punto de arranque de las actividades que regirían el resto de mi vida».

En sus inicios no sabía escribir a máquina, por lo que cuando algún ejecutivo llegaba fingía meditar para ocultar que apenas estaba aprendiendo a dominar la máquina.

Gómez Bolaños, aún sin el calificativo de comediante, comenzó a mostrar su chispa creativa con frases para publicidad, jingles para radio y guiones de todo tipo: para comerciales, programas de radio y televisión.

En el universo de Chespirito todo era humor, incluso su famoso sobrenombre, proveniente de la castellanización del apellido de William Shakespeare, sólo que en diminutivo por la corta estatura del mexicano.

En la década de 1950 su carrera como guionista comenzó a adquirir prominencia gracias a sus comedias pensadas para los «excéntricos musicales», las duplas de cómicos que cantaban y entremezclaban diálogos.

Dichas parejas incluyeron a Gaspar Henaine «Capulina» y Marco Antonio Campos Contreras «Viruta», cuya popularidad aumentó con los textos de Chespirito. El propio Capulina reconocía la destreza de Gómez Bolaños, de quien manifestó que tenía «la capacidad para escribir dos, cuatro y hasta mil programas al mismo tiempo».

A diferencia de la comedia actual, Gómez Bolaños desarrolló un estilo que no recurría a dobles sentidos ni obscenidades, lo que le llevó a trascender por toda Latinoamérica y a ganarse el corazón de millones. El también actor citaba como su inspiración al dúo estadounidense de «El Gordo y El Flaco» y al mexicano Mario Moreno «Cantinflas».

Emisiones como «Cómicos y canciones» y «El estudio de Pedro Vargas» lograron considerables niveles de audiencia, pues el público parecía caer rendido ante la maestría humorística.

Al igual que uno de los inusitados embrollos en los que se metían sus personajes, Chespirito saltó a la pantalla accidentalmente.

Teniendo como arma un par de talleres de teatro que tomó durante la secundaria, cierto día tuvo que sustituir a un actor en «Cómicos y canciones», cuyo argumento conocía a la perfección.

«Leí el libreto para reforzar la memoria y me lancé a la aventura».
Su odisea sumaría otros programas, además de teatro y cine. Aunque sus participaciones parecían haber sido sometidas a las «cápsulas de chiquitolina» del Chapulín Colorado, pues en sus propias palabras fueron «siempre en papeles pequeños».

Su debut fílmico fue con Viruta y Capulina en la cinta de 1960 «Dos criados malcriados». En teatro participó en el «Tenorio de los locutores», junto a Silvia Derbez.

Para finales de la década de 1960 ya gozaba de renombre. Su éxito iba de la mano con la transición a la televisión de color y al surgimiento de los grandes imperios televisivos de México.

En 1969, Chespirito enfrentó, sin saberlo, el surgimiento de los personajes que más tarde ocuparían los departamentos y pasillos de la vecindad.

En plena revolución social, y justo cuando en México apenas se formaba los grandes imperios televisivos, Gómez Bolaños fue convocado por ejecutivos del entonces nuevo Canal 8, que le comisionó la creación de «El ciudadano», una serie cuyo protagonista debía ser «uno de esos tipos que se meten en todo para defender a los más necesitados».

El que no supo en qué se había metido fue el comediante. Aquel programa al que finalmente bautizó como «El ciudadano Gómez» fue el principio del fenómeno de Chespirito.

Era la serie la que lo lanzaría a la fama frente a las cámaras luego que pidió participar en un casting del que salió victorioso. En las pruebas de actuación también se topó por vez primera con Rubén Aguirre, con quien trabajaría durante más de tres décadas.

«Pegué un brinco de júbilo, que si no rompió el record de altura, sí rompió el de felicidad», relató sobre el momento en que le informaron que protagonizaría la emisión.

Sin embargo, la serie no llegó a transmitirse. Los ejecutivos decidieron conservarla como «un arma de contraataque» ante el surgimiento de Telesistema Mexican, competencia de la Televisora Independiente de México.

Dos años después llegaría «Los Supergenios de la Mesa Cuadra», una parodia de los programas de discusiones de mesa cuadrada de la época. La emisión marcaría un hito al reunir a actores como Aguirre (que desde entonces se convirtió en el Profesor Jirafales), Ramón Valdés (eventualmente Don Ramón) y María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina).

A sólo unas semanas de su transmisión, el programa fue nombrado simplemente «Chespirito». Allí surgió el Chapulín Colorado, que había sido rechazado por otros comediantes y que originalmente iba a llamarse el Chapulín Justiciero.

Pero como diría ese personaje, todos sus movimientos estaban fríamente calculados y Gómez Bolaños, aunque gozaba de éxito, decidió terminar con «Los Supergenios».

La premura de crear un personaje lo llevó a echar mano de sketches «sueltos» y «sobrados» que jamás habían sido utilizados. Uno de ellos abordaba a un pícaro niño que se metía en un lío con un vendedor de globos.

La fórmula de reúso fue repetida y aceptada. Había nacido El Chavo y Gómez Bolaños, quien para entonces tenía unos 40 años, era quien lo interpretaba.

«Jamás pretendí que el público pensara que yo era un niño. Lo único que buscaba era que aceptara que yo era un adulto que estaba interpretando el papel de un niño», dijo sobre el personaje, que difería de otros infantiles de la época debido a que conservaba la inocencia propia de un pequeño.

Y tenía que ser el Chavo el que lo catapultara a la fama. El programa resultó tan popular que a la fecha se puede ver en múltiples países del continente americano. En su momento llevó a la fama a otros integrantes del elenco, como a Carlos Villagrán, quien daba vida a Quico; De las Nieves como la Chilindrina y Florinda Meza, quien actuaba como Doña

Florinda y con quien Chespirito se casó en 2004 tras más de 20 años de vivir en unión libre.

Al paso de los años Gómez Bolaños se convirtió en un ídolo por toda América Latina, donde impuso récords de audiencias. En 1977 llenó dos veces el estadio de fútbol de Santiago de Chile con el «Show de Chespirito» y ofreció 14 fechas en el Luna Park de Buenos Aires, agotando las entradas. En 1983 abarrotó dos veces el Madison Square Garden de Nueva York.

Se involucró además en la producción y dirección de teatro. Su faceta como actor de comedia marcó un hito con «11 y 12», obra de 1992 que impuso un récord en México, rebasando las 3,000 representaciones.

Era un gran aficionado del boxeo y el fútbol. Su pasión por el balompié se vio reflejada en la cinta «El Chanfle», que protagonizó en 1979 y en la que participaron todos los actores de «El Chavo del Ocho» y «El Chapulín Colorado». El éxito de la cinta, dirigida por Enrique Segoviano, fue tal que en 1982 se rodó una segunda parte.

En su trayectoria Gómez Bolaños también probó suerte en el terreno editorial. Publicó la colección lírica «Y también poemas» (2003), la novela «El diario del Chavo del Ocho» (2005) y la autobiografía «Sin querer queriendo» (2006).

El comediante hizo frente a una serie de problemas de salud a lo largo de su vida. Padecía un mal congénito que debilitó su audición y su equilibrio, por lo que en ocasiones se presentaba en una silla de ruedas, mientras que en 1994 se le detectó un enfisema pulmonar.

Como personalidad, Gómez Bolaños no estuvo exento de polémica. En diciembre de 2007 el hijo mayor de Gilberto Rodríguez Orejuela, Fernando Rodríguez Mondragón, reveló en el libro «El hijo del ajedrecista» que Chespirito ofreció actuaciones para el narcotraficante, incluyendo una en una fiesta para los hijos de los jefes del cartel.

«Nunca he tenido conocimiento de haber estado actuando para ninguno de ellos. Pero quiero aclarar que como artista, cuando he dado un espectáculo, no solicito a todos los asistentes sus identificaciones y cartas de recomendación o de no antecedentes penales», dijo a The Associated Press en septiembre de 2007.

También enfrentó una serie disputas legales en torno a la propiedad de sus personajes.

Tuvo un pleito con De las Nieves, quien a su parecer explotó comercialmente a La Chilindrina con una serie de televisión propia y presentaciones en vivo. La actriz registró al personaje a su nombre en 1995. Aunque reconoció que

Gómez Bolaños le dio vida, alegó que sus aportaciones histriónicas le habían dado personalidad propia y le pertenecía.

En 2002 Chespirito presentó una demanda contra De las Nieves para prohibir el uso del nombre de La Chilindrina, pero el fallo favoreció a la actriz, quien mantuvo el derecho de usar el personaje.

Algo similar sucedió con Villagrán, quien intentó sin éxito protagonizar en México su propio programa como Quico. Gómez Bolaños no se lo permitió.

La trascendencia del comediante nunca se vio eclipsada por estos incidentes. Chespirito fue motivo de innumerables homenajes y reconocimientos dentro y fuera de México. Y el éxito de sus creaciones tampoco se limitó a series de televisión.

En octubre de 2006 la compañía productora Anima Estudios, en conjunto con Televisa, desarrolló la versión animada de El Chavo (sin La Chilindrina). También trascendió al mundo de los videojuegos en 2011 con una primera versión de

«El Chavo» para Facebook y teléfonos móviles a la que siguieron un título homónimo para la consola Wii de Nintendo y otro de carreras para X-Box y Playstation 3 llamado «El Chavo Kart».

La cadena Televisa le rindió homenaje en el 2000 con «No contaban con mi astucia», una transmisión de 16 horas concebida por los ejecutivos de la televisora y su hijo, el productor Roberto Gómez Fernández, por los 30 años del nacimiento del El Chapulín Colorado y El Chavo del Ocho.

Gómez Bolaños se mantuvo activo hasta el final incluso en las redes sociales. Su cuenta de Twitter, que abrió en 2011, sumaba más de 6.5 millones de seguidores.

Le sobrevive su esposa, seis hijos de un primer matrimonio con Graciela Fernández, y 12 nietos.

AP